Cada segundo un usuario promedio de Internet genera1.7 megabytes de información. Esto significa que por día se crea en el mundo poco más de 2 quintillones de bytes (un quintillón es un 1 seguido de 18 ceros). Más de la mitad de la información que existe en el mundo ha sido creada en los últimos 5 años, y el confinamiento producto de la pandemia de COVID19 no ha hecho más que acelerar la velocidad de producción.
Lo mismo un estudiante de secundaria o bachillerato que un secretario de estado o el CEO de una multinacional, todos dependemos de la calidad de la información disponible para poder tomar las mejores decisiones posibles. Sin embargo, ante tanta disponibilidad de datos, es difícil seleccionar aquellas piezas de información que en realidad nos sirven para responder nuestras preguntas.
¿Cómo determinar, de forma eficiente, o cuando menos rápida, qué piezas de información integro a mi flujo de información? ¿Qué fuente cito en mi trabajo? ¿Qué nota parafraseo en un reporte? ¿Qué imagen o gráfico incluyo en el informe mensual de la empresa?
Existen múltiples criterios y metodologías para gestionar la información de una mejor manera, sin embargo, creo[1] que entre más simple lo mantengamos, mejor podemos adaptarnos a su uso. Para ello propongo una estrategia muy sencilla a la cual llamo método dual de verificación. En esencia, se trata de valorar todas las nuevas piezas de información a la luz de dos criterios: accesibilidad y metodología.
La accesibilidad se refiere a la facilidad y rapidez con la que obtenemos la información. El principio es muy simple, entre más sencillo sea acceder a la información, menos debemos de confiar en esta, y viceversa, cuando hay más pasos u obstáculos, esta tiene una mayor credibilidad. Si bien este razonamiento es meramente intuitivo, la lógica detrás del mismo es que un mayor número de barreras representa, o al menos sugiere, una mayor seriedad por parte del autor respecto a su contenido. Por ejemplo, un rumor que llega directo a tu celular vía WhatsApp o Telegram (dos de los principales canales de difusión de noticias falsas) no tienen ninguna barrera de entrada, mientras que un reporte comercial o un artículo académico, requieren que te identifiques (en ocasiones con correo y teléfono) y en muchos casos que pagues por el contenido al cual quieres acceder.
El segundo criterio es la metodología, o dicho de forma más clara, la disponibilidad y claridad del método o proceso que se siguió para crear una pieza de información determinada. Así, entre más conozcamos sobre como se llegó a la información, más podemos confiar en esta y viceversa. Un ejemplo en este caso serían las encuestas. Si revisamos una de los instrumentos de medición que publica el INEGI, es posible ver con amplio nivel de detalle la metodología y procesos que se siguieron para llegar a los resultados publicados, a tal grado que técnicamente sería posible replicar la misma investigación; por el otro lado, en campañas electorales es muy común ver variaciones en cuanto a las preferencias por candidatos, y es muy común encontrarse con encuestas en periódicos locales que al momento de ver la metodología, únicamente aparece la leyenda diseño propio o algo similar.
La convergencia de ambas categorías nos puede dar una aproximación inicial al nivel de confiabilidad detrás de una pieza de información determinada. De lo que se trata, es de colocar dicha pieza en un plano cartesiano (no necesariamente gráfico, puede ser imaginario) en donde se realice la evaluación de ambos criterios.
Como se mencionó antes, hay más métodos para hacer esta valoración, algunos de ellos muchos más detallados y técnicos; la ventaja principal que ofrece el método dual, es su simplicidad al momento de ser aplicado, así como su rapidez.